El corrector es uno de esos productos que puede transformar el rostro en cuestión de segundos: borra el cansancio, ilumina la mirada y deja la piel con aspecto fresco y despierto. Pero también puede volverse tu peor enemigo si termina marcando los pliegues o resecando la zona del contorno. Esto puede acentuarse más en algunos tipos de pieles, pero la clave también está en la técnica, los productos que usas y, sobre todo, en la preparación.
Prepara la piel con mimo
Antes de aplicar el corrector, la piel debe estar perfectamente hidratada. Ya que el contorno de los ojos es una de las zonas más finas y secas del rostro, y si no recibe la dosis de hidratación necesaria, cualquier producto que pongas encima se agrietará.
Aplica tu crema de contorno de ojos habitual con pequeños toques, sin arrastrar, y espera unos minutos a que se absorba por completo antes de pasar al maquillaje.
- Un truco de maquilladores. Si tienes la piel especialmente seca, mezcla una mínima cantidad de contorno con una gota de aceite facial o sérum antes del corrector. Conseguirás una textura elástica que evita el temido efecto “cartón”.
Elige bien el corrector
No todos los correctores de ojera sirven para todos los tipos de piel ni para todas las zonas. Si tienes la piel seca o madura, busca fórmulas cremosas, con acabado luminoso e ingredientes hidratantes como ácido hialurónico o pantenol. Si tu piel es mixta o grasa, apuesta por texturas más ligeras, pero evita los acabados demasiado mates, ya que pueden endurecer la mirada.
- El tono también importa. Un color demasiado claro resaltará las líneas y un tono demasiado oscuro puede hacer que el área parezca hundida. La mejor opción es un tono ligeramente más claro que tu base de maquillaje para iluminar sin exagerar.
Menos cantidad de corrector, mejor resultado
Uno de los errores más comunes y que puede hacer que el corrector marque las líneas de expresión o se cuarté, es aplicar demasiado producto. El exceso de corrector no cubre más, solo crea una capa gruesa que se acumula en los pliegues. Lo ideal es aplicar una pequeña cantidad en las zonas necesarias (generalmente la parte interior del ojo y justo debajo de la ojera) y difuminar a golpecitos con una esponja húmeda o con la yema del dedo.
Si necesitas más cobertura, añade una segunda capa fina. Es mejor construir poco a poco que saturar desde el principio.
Domina el difuminado
La forma en la que difuminas el corrector marca la diferencia. Utiliza una esponja ligeramente húmeda para fundir el producto con la piel, presionando suavemente, sin arrastrar. Este gesto no solo evita que se acumulen líneas, sino que también deja un acabado mucho más natural.
Si prefieres usar brocha, elige una de pelo sintético y pequeño, con forma de lengua de gato. Difumina con movimientos suaves, siempre desde el lagrimal hacia fuera, y termina dando pequeños toques para integrar el producto.
Sella, pero sin pasarte
El polvo compacto puede ser tu mejor aliado o tu peor enemigo. Si sellas demasiado, la zona quedará seca; si no lo haces, el corrector puede moverse. La clave está en aplicar solo una pequeña cantidad de polvo translúcido con una brocha muy suave, presionando ligeramente para fijar sin apelmazar.
Un truco. Mira hacia arriba al aplicar el polvo, para que el producto no se acumule en las líneas naturales del ojo. Si prefieres un acabado más jugoso, sustituye el polvo por un spray fijador ligero.
Cuida el contorno también por la noche
El mejor corrector del mundo no funcionará si la piel no está cuidada. Desmaquilla siempre con un producto suave, específico para ojos, y aplica un contorno reparador cada noche. Una piel nutrida y elástica evita que el maquillaje se cuartee y consigue que cada aplicación sea más fácil y natural.
Conclusión
Conseguir una aplicación de corrector sin pliegues ni sequedad no depende de tener la piel perfecta, sino de tratarla bien y aplicar el producto siguiendo estos tips. Hidrata, usa poca cantidad, difumina con mimo y sella solo lo justo. Esta es la fórmula mágica para una mirada fresca y luminosa todo el día.
